A más de cuatrocientos años de distancia, la figura de Rosa de Lima presenta facetas de gran vigencia y motiva múltiples reflexiones más allá de los estereotipos a los que se le confina. Y es que Rosa, siguiendo el ejemplo dado por del carpintero de Galilea, realizó opciones realmente audaces para su época y aun para la nuestrA. No voy referirme a hablar sobre su biografía(para eso hay una sección en el blog muy interesante que puedes consultar: EL SANTORAL) sino haré una pequeña reflexión sobre el papel que juega nuestra santa en el mundo contemporáneo. Será que ahora alcanzar la santidad, no es estar de moda. Las personas no tomamos como ejemplo su fidelidad a Dios, o quizás eso sólo podía suceder en siglos atrás y ahora nadie piensa igual.?
Ella optó, en primer lugar, preferentemente por los sufridos, los desarrapados, los pobres, los sencillos. Opción que, junto con los jóvenes, fuera luego expresada por la iglesia de América Latina, fundamentalmente a partir de la Conferencia Episcopal de Puebla en 1979.
Esta joven limeña, la primera de todos los santos del continente, es sobre todo un paradigma de espiritualidad. Y es preciso citar aquí las palabras del padre Gustavo Gutiérrez cuando señala en Beber de su propio pozo. El itinerario espiritual de un pueblo. (Lima, 1983) que “en la raíz de toda espiritualidad hay una experiencia determinada hecha por personas concretas, en un tiempo preciso”.
Por eso es importante recordar que su siglo, el siglo XVI , es en América el de la explotación de la plata, mientras continúan los fabulosos embarques de oro con destino a la metrópoli y en el que empieza a delinearse en estos territorios hondos abismos que, junto a otros, constituyen los rasgos de una realidad. Este y no otro es el tiempo en el que Isabel Flores de Oliva vive y se santifica.
Los tormentos a los que, según se cuenta, se sometía la santa, han acaparado casi tanta atención como los prodigios con los que fue distinguida. Sin embargo, su santidad no reside en el sufrimiento. No exclusivamente en todo caso. Sino que es el espíritu que la anima a vivir y obrar de cierto modo lo que hasta hoy la convierte en un personaje sumamente sugestivo. Por sus actos sabemos que hizo suyo el potente texto de Juan ( Corintios 13, 1-3) : “Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia ; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo amor, nada soy. Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, nada me aprovecha.”
En un vasto territorio con muchos signos de desolación y muerte contrarios al mensaje cristiano, Isabel Flores de Oliva , manteniéndose laica - lo que hoy llamamos laicos comprometidos, vale decir, personas que no han hecho votos religiosos - desde su condición de ciudadana del siglo XVI, no es sólo un cuerpo sufriente y una mente afiebrada. La santidad en su caso tiene la marca de la atención a los demás. Por eso no hay tarea pequeña o desagradable que le parezca indigna a su condición de dama criolla limeña. Los barrios de Lima y de Abajo el Puente (Rimac) supieron tanto de su presencia benéfica como su ermita sabía de sus oraciones y recogimiento. Rosa encontró el rostro de Cristo en los pobres, los marginados en una sociedad de castas; en los tristes, en los enfermos, aquellos a los que no sólo visitaba en sus viviendas sino que llegó a acoger en una suerte de enfermería que acondicionó en su propia casa.
Hay que recordar, por otro lado, que las vicisitudes económicas por las que vivían sus padres la llevaron a trabajar como modista. Hecho que evidentemente la conectaba con distintos sectores de la ciudad.
Sin forzar la imaginación se puede afirmar que Rosa de Lima fue una mujer valiente y de gran independencia de criterio, que optó - a su manera - por una audaz libertad. Rasgo por lo demás común entre los santos. “ si se dejan llevar por el espíritu, no están bajo la presión de la ley” ( Gal. 5, 18).Otra faceta muy interesante es la de su sensibilidad artística. La tradición nos la presenta gustando de la pintura, cantando con bella voz y ejecutando la guitarra y la vihuela - por ello también los músicos, a la par que los enfermeros, la tienen como su patrona -. Además escribe breves composiciones poéticas en las que expresa su amor a Jesús.
Aspecto también importante de su sensibilidad e la preocupación y amor para con el entorno. Los estudiosos de esta Rosa limeña le atribuyen el cuidado personal de su jardín y el disfrute con las aves que lo visitaban. Los actos de penitencia que se infringía, y que habría que observar a la luz de su tiempo, no pueden opacar las otras ricas y múltiples manifestaciones de su sugerente personalidad.
Ella optó, en primer lugar, preferentemente por los sufridos, los desarrapados, los pobres, los sencillos. Opción que, junto con los jóvenes, fuera luego expresada por la iglesia de América Latina, fundamentalmente a partir de la Conferencia Episcopal de Puebla en 1979.
Esta joven limeña, la primera de todos los santos del continente, es sobre todo un paradigma de espiritualidad. Y es preciso citar aquí las palabras del padre Gustavo Gutiérrez cuando señala en Beber de su propio pozo. El itinerario espiritual de un pueblo. (Lima, 1983) que “en la raíz de toda espiritualidad hay una experiencia determinada hecha por personas concretas, en un tiempo preciso”.
Por eso es importante recordar que su siglo, el siglo XVI , es en América el de la explotación de la plata, mientras continúan los fabulosos embarques de oro con destino a la metrópoli y en el que empieza a delinearse en estos territorios hondos abismos que, junto a otros, constituyen los rasgos de una realidad. Este y no otro es el tiempo en el que Isabel Flores de Oliva vive y se santifica.
Los tormentos a los que, según se cuenta, se sometía la santa, han acaparado casi tanta atención como los prodigios con los que fue distinguida. Sin embargo, su santidad no reside en el sufrimiento. No exclusivamente en todo caso. Sino que es el espíritu que la anima a vivir y obrar de cierto modo lo que hasta hoy la convierte en un personaje sumamente sugestivo. Por sus actos sabemos que hizo suyo el potente texto de Juan ( Corintios 13, 1-3) : “Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia ; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo amor, nada soy. Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, nada me aprovecha.”
En un vasto territorio con muchos signos de desolación y muerte contrarios al mensaje cristiano, Isabel Flores de Oliva , manteniéndose laica - lo que hoy llamamos laicos comprometidos, vale decir, personas que no han hecho votos religiosos - desde su condición de ciudadana del siglo XVI, no es sólo un cuerpo sufriente y una mente afiebrada. La santidad en su caso tiene la marca de la atención a los demás. Por eso no hay tarea pequeña o desagradable que le parezca indigna a su condición de dama criolla limeña. Los barrios de Lima y de Abajo el Puente (Rimac) supieron tanto de su presencia benéfica como su ermita sabía de sus oraciones y recogimiento. Rosa encontró el rostro de Cristo en los pobres, los marginados en una sociedad de castas; en los tristes, en los enfermos, aquellos a los que no sólo visitaba en sus viviendas sino que llegó a acoger en una suerte de enfermería que acondicionó en su propia casa.
Hay que recordar, por otro lado, que las vicisitudes económicas por las que vivían sus padres la llevaron a trabajar como modista. Hecho que evidentemente la conectaba con distintos sectores de la ciudad.
Sin forzar la imaginación se puede afirmar que Rosa de Lima fue una mujer valiente y de gran independencia de criterio, que optó - a su manera - por una audaz libertad. Rasgo por lo demás común entre los santos. “ si se dejan llevar por el espíritu, no están bajo la presión de la ley” ( Gal. 5, 18).Otra faceta muy interesante es la de su sensibilidad artística. La tradición nos la presenta gustando de la pintura, cantando con bella voz y ejecutando la guitarra y la vihuela - por ello también los músicos, a la par que los enfermeros, la tienen como su patrona -. Además escribe breves composiciones poéticas en las que expresa su amor a Jesús.
Aspecto también importante de su sensibilidad e la preocupación y amor para con el entorno. Los estudiosos de esta Rosa limeña le atribuyen el cuidado personal de su jardín y el disfrute con las aves que lo visitaban. Los actos de penitencia que se infringía, y que habría que observar a la luz de su tiempo, no pueden opacar las otras ricas y múltiples manifestaciones de su sugerente personalidad.
En este día quiero Rosa de Lima, nos enseñes el camino de como llegar a tomar el verdadero sendero que Dios quiere que elijamos.
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