viernes, 6 de junio de 2008

SANGRE, SUDOR Y LÁGRIMAS (PARTE 1)

Quién no ha tenido alguna "experiencia sangrienta" de niño? Aquellos malos pasos, esos traspies que la vida nos regala para madurar y aprender a diario. Las situaciones y yerros que cometemos algunas veces, nos dejan siempre una elegante moraleja y nos invitan a no reincidir en lo mismo la próxima vez.

Cuando uno es niño, se presentan sin querer esas "caricias de la vida", que nos hacen ver los peligros que se pueden presentar, estar lidiando con situaciones tipo "bordeline", que están llenas de emoción y mucha adrenalina, también es muy frecuente en los menores. Y es así que durante la etapa escolar justamente se experimentan esas situaciones en donde los accidentes se presentan frecuentemente.

Existen muchas anécdotas sobre este tipo de experiencias dentro de nuestro paso por las aulas. Hace una semana sufrí un accidente durante mi baño diario, y ya en el suelo vinieron a mi mente, aquellas caídas, esos golpes que uno recibió de niño, que ahora inspiran el presente artículo. Este miércoles conversando con Martín comenzamos a recordar esos golpecitos y analizamos cual era la reacción de cada uno cuando se producían. No todos reaccionamos de la misma manera y justamente ahí está el detalle de lo anecdótico. Así como tomamos esos accidentes, muchas veces de grandes reaccionamos de manera similar ante situaciones de otra índole, que no son precisamente un daño físico.

Lluvia de piedras

En primaria siempre teníamos la costumbre de juntarnos en grupitos, los recreos eran muy cortos para la diversión. Habían compañeros que les gustaba coger un puñado de piedras y lanzarlas al aire hacia arriba cuando se encontraban en grupo. Tal acto lo realizaban de manera rápida y violenta que muchos no llegaban a cubrirse y la lluvia de piedritas les venía encima. Felizmente casi siempre se trataban de gijarros o piedras muy pequeñas e inofensivas. Uno de los que tenía aquella costumbre era Aníbal Bustamante.

Un día de finales de abril de 1974 estábamos en grupo en la inmediaciones de la cafetería y la "pista atlética" alrededor de la cancha de futbol, habían algunos sentados en las bancas, otros parados y los que se encontraban en plena tierra. Anibal y Ricardo Bustamante estaban en el grupo, Gustavo, Walter y yo éramos algunos de los que estabamos también. Esta vez Walter Valderrama fue de la iniciativa, cogió rápidamente el puñado de piedas y lo lanzó al aire. Él no tenía la costumbre en hacerlo, motivo por el cual nos agarró de sorpresa tal acto. El más sorprendido fue el chino Anibal que se quedó en su sitio esperando la adrenalínica lluvia. Para mala suerte de "Kato", Walter tomó las más grandes y punteagudas. Uno de esos proyectiles cayó sobre la cabeza del "achinado amigo". Aníbal sin exagerar se tomó la cabeza y cuando Walter se disponía a amengüar se culpa, dándole algunas sobaditas, brotó un gran chorro de sangre, misma pileta de agua. Aún cubriendo la herida seguía emanando el vital líquido de su cabeza. Un gran corte le había ocasionado aquella piedra filuda que perforó el cuero cabelludo amarillento de Anibal. Lo llevamos al tópico para ser trasladado al hospital de emergencias en donde le colocaron 5 puntos. El hermano Mariano fue el que lo llevó en su carro, preguntando quien había producido tal incidente. Cuando se enteró que era Walter, se sorprendió pero no le dió la debida importancia. Walter gozaba de una franca inmunidad por tratarse de un alumno aplicado.

El pobre chinito recibió la "medicina de su propio chocolate" y nunca volvió a jugarse de esa manera en los recreos.

Sebastián Elcano cae abatido

Era 1975 y teníamos una tarea que cumplir en el curso de historia del Perú y del Mundo. El Profesor Victor Cruz Jibaja, había dicho que formemos grupos para representar algunos pasajes de la historia universal. A nuestro grupo le tocó el representar teatralmente la Expedición que realizara Magallanes y Elcano alrededor del mundo.

El grupo lo conformaban casi en la totalidad, los compañeros que vivían cerca, tan es así que estaban los hermanos Bustamante, Martín, el "Maestro" Santillan, Gustavo, Pepe Chavez y yo, entre otros tantos. Teníamos que ensayar la escenificación y escogimos la casa de "Pulpín" Orellana para repasar el guión y las escenas. En esa oportunidad la hice de director, guionista y me encargué de los efectos especiales. En una escena, los nativos tenían que asaltar la embarcación de los aventureros. Se suponía que iban a herir mortalmente a Fernando de Magallanes y a Juan Sebastián Elcano, personaje que yo interpretaba. El "flaco" Santillán era el jefe de los nativos de las Filipinas e iba delante de los suyos. En lugar de arremeter contra Magallanes (creo que lo personificaba "pato" Córdova) fue directamente hacia mí empujándome de manera violenta, cayendo espectacularmente sobre el grass del jardín de la casa. Todo hubiera sido una anécdota más y risas quizás al saber del desconocimiento de la historia de parte del "maestro". Antes de caer al suelo, me acuerdo que hice un quiebre mismo estilo muerte de serie policial, que al girar mi cuerpo, mi cabeza fue a parar al portentoso caño de bronce que estaba allí.

Ya se pueden imaginar los aplausos que recibí por tal actuación (las caídas aparatosas eran mi especialidad). No me había percatado que salía de mi cabeza un fuerte chorro de sangre que no paraba con nada. Solo un pequeño dolor sentí, pero el impacto había sido serio. Me llevaron al baño en donde todos se juraban doctores. Me colocaron un cuchillo impregando de jabón, después intentarom presionarme con hielo la herida, hasta me pusieron algodón quemado encima, tela de arañas, etc. La sangre seguía saliendo, mi camisa ya era de color rojo y no tuvieron otra cosa que llevarme a casa de mis padres para de inmediato trasladarme a la asistencia de San Antonio (ahora Hospital de emergencias Casimiro Ulloa)

Si bien es cierto aprendimos textualmente "el estudio con sangre" fue una experiencia que marcó mi infancia y desde aquella visita al hospital, hasta la fecha no he estado en un nosocomio sino de visita, a Dios gracias he evitado pasar nuevamente como paciente desde aquella vez y trato de cuidarme lo más que puedo.

Son situaciones que se presentaron en nuestras vidas, que ahora resultan hasta hilarantes, pero que fueron aleccionadoras algunas veces. La próxima semana publicaré otras que de seguro nos parecerán divertidas.

Paco Cárdenas Linares

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