Esta es la torre de Babel que tenía de todo llamada Bandeja Paisa, muy rica pero muy pesada.
Nuestra preocupación era la de ir probando la comida de pocos para conocer lugares y poder comer los días venideros y no perder el tiempo...
Ya es mediodía y acababamos de visitar el Claustro Santo Domingo para ver las pinturas y relíquias y quisimos picar por ahí algo más que comer, practicamente era como ir a un gran buffet a lo largo de la ciudad, no quisimos caminar mucho , y elijimos ir donde Olano, restaurante que queda sobre la calle Santo Domingo. (La langosta es deliciosa, a 30 mil pesos el plato). En esa misma calle está El Burlador de Sevilla con sus famosas paellas valencianas. Hay restaurantes que ya son clásicos en Cartagena. La Vitrola, San Pedro, L’Enoteca, El mar de Juan, La Creperie y muchos más. Pero no te olvides de ir a donde Socorro cuando vemos por aquí, uno de los sitios más tradicionales, aún con el sabor que dejó su fundadora, que empezó con el restaurante en el mercado de Bazurto, ahí vimos un plato que se parecía a nuestro chupe, su nombre era Ajiaco. Se fue pasando la tarde como jugando y de hueco en hueco llegó la noche, buscamos la famosa Calle del Arsenal. Entré allí a La Bonga del Sinú y probé sus carnes. Por esa misma avenida está el Mesón de María Mulata, sitio que la gente busca para comer a buenos precios y calentar motores para la rumba, cerca de allí. Mucho se ha quedado por fuera, es inevitable. Cartagena es una ciudad que puede ser infinita. Nos aconsejaron que no nos vayamos a ir a dormir sin antes haber tomado una agradable limonada de coco bien helada (nombre medio raro) del Hotel Santa Teresa... Y así nos fuimos a la camita..hasta mañana...
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