jueves, 24 de enero de 2008


“DESCONOZCO MAYORMENTE”
(El cinismo como estrategia jurídica)

Sumamente pedagógica para nuestra población es la transmisión televisiva de las audiencias en el juicio contra Fujimori. Quienes tienen algún tiempo y se asoman por la pantalla al juicio, son testigos de los interrogatorios a diversos testigos. Cada uno de ellos declara bajo juramento y ante la opinión pública; esa presión logra en muchos casos equilibrar a la otra presión que con toda seguridad se da tras bambalinas (coima, chantaje, amedrentamiento, admisión de culpabilidad de algunos testigos cuando revelan los hechos). Y con las presiones contrapuestas equilibradas, no tienen más remedio que hablar poniendo de manifiesto rasgos del gobierno corrupto y corruptor que ejercieron el japonés y su socio Montesinos.

Ante tantas evidencias, la estrategia jurídica de Fujimori apunta a dos lados: el cinismo y la negociación. Hoy hablaremos de la primera: el cinismo. Ese descaro con el cual Fujimori responde arguyendo desconocimiento o falta de memoria es nauseabundo; pues en el supuesto negado que hubiese desconocido u olvidado, estaría confesando ser un imbécil de marca mayor, incapacitado para dirigir ya no un país, sino la Universidad de la que fue Rector. Y Fujimori nunca fue un imbécil; más bien demostró tener mucha inteligencia y astucia para alcanzar el gobierno (que hasta 1990 no era su meta) y luego una vez en él establecer múltiples alianzas para saquear al país.

Esta estrategia de cinismo le puede dar algunos resultados en rebajar su pena, porque sabe que tiene aliados. Son sus aliados muchos de quienes todavía detentan ahora el poder fáctico (llámense empresarios, dueños de medios de comunicación, políticos, militares, jueces) ganan con su silencio. De hablar Fujimori, sus palabras los pondrían en una situación incómoda; y ese silencio no es gratuito: tiene un precio que el equipo de Fujimori lo cobrará en su momento.

Pero hay otros aliados: los periodistas que distorsionan la realidad para dar una imagen edulcorada, nostálgica o compasiva del dictador son unos. Los peruanos con poca o nula memoria política son otros. Si hubiese entre nosotros capacidad de indignación, habría ya una corriente masiva de asco y rechazo a este cinismo. Pero no la hay; y así como en una época extrañamos una manifestación de repugnancia ante el “baile del chino”, y a esa grotesca figura que reemplazaba lo que en otros pueblos sería una campaña electoral, extrañamos también ahora ese rechazo popular.

Tenemos una tarea de dignidad ciudadana: hacer educación cívica en los medios en los que nos movemos para refrescar la memoria y despertar la dignidad ciudadana adormecida.

Juan Borea Odría

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