viernes, 21 de diciembre de 2007


El Cuaderno Roto

Esta historia es una de tantas que aparecieron mientras crecíamos, cuando todavía las cosas nos parecían grandes y los retos mayores. Eran tiempos de colegio.

Nos habían mandado realizar una asignación, la verdad que no recuerdo para que curso. Era un trabajo grupal y ustedes saben que cuando uno se reúne para hacer algún trabajo de éstos, la verdad que todo se convierte en una pérdida de tiempo y al final de todo, sólo dos lornas hacen todo el trabajo del grupo. Lo que era cierto es que era un grupo muy heterogéneo, Ray Angeles, Walter Palomino, Walter Valderrama, Roberto Lecaro, Pepe Chávez y yo, entre otros más que no llegan a mi mente en este momento.

Cursábamos el segundo año de secundaria y era creo un trabajo para Religión. Esa tarde no hicimos nada en la casa de "Huaco", pasaban las horas y el grupo no terminaba de llegar. El último que faltaba era Ray, aquel muchachito de baja estatura, abundante cabello y una inconfundible personalidad. Eran las 5 de la tarde y es cuando Ray Anthony llega muy fatigado mostrando una sonrisa de oreja a oreja, saca entre sus cosas un cuaderno muy bien presentado y lo muestra al grupo diciendo: “Adivinen de quién es este cuaderno?...no se imaginan de quién es..!”..Zancudo le arrancha el cuaderno y mira de quién es, “ Es del gordo Candiotti..!” Nada menos que la antítesis del grupo, el adversario de turno en lo que a trabajos y asignaciones se refiere. La verdad que el gordo se hacía a veces antipático.

Palomino agarró el pobre cuadernito con extrema violencia y lo tiró contra la pared, justo encima del escritorio de Huaco, que sólo esbozaba una sonrisa a medias, con este gesto aprobaba tal espectáculo. Volvió el Zancudo al ataque y tomando el cuaderno de Kakota (así lo llamábamos algunas veces) ojeó sus páginas escritas con esmero y dedicación y le estampó un señor pollazo (llámese así al esputo) que tenía la apariencia de que su portador estaba con un proceso bronquial. Lo que siguió a esto fue muy cruel, le llovían pedos, moco, le arrancaban las páginas, saltaban encima de él como si aquel odio reprimido saliera desde el fondo de sus cuerpos. Comenzaron a jugar fulbito con lo que quedaba de él y fue el final del aquel otrora cuaderno modelo, siempre impecable con un orden y limpieza que algún día tuvo. La verdad que sólo con ver y no hacer nada para que esto suceda me convirtió en cómplice de aquel crimen pasional, de aquel cuadernicidio.

Terminado lo sucedido, nos miramos todos y comenzamos a reir. Roberto se tiró al suelo y tomándose el estómago le dio un ataque de risas que casi se atora. Ray sin embargo a pesar de sonreir, detrás de la mueca estaba el esfuerzo por encontrar una cuartada o un buen pretexto para salir airoso. Al final, como dije al comienzo, dos de nosotros terminarían el trabajo en casa y dimos por terminada la sesión.

Esa misma noche le hicieron cargamontón al chato Ray, tenía que haber devuelto el cuaderno esa misma tarde y no fue así. El cinismo de Ray llegó al colmo de decir a los padres de Pepe que unos colegiales del Mixto (centro educativo estatal) se habían enterado que tenía el cuaderno de Candiotti y que lo persiguieron por toda la avenida San Juan para arrebatarle tan preciado cuaderno, solo por el hecho de pertenecer a un colegio parroquial lleno de “pitucos” ...la verdad que ese cuento chino no se lo creyó ni su mamá. La bomba de tiempo reventó al día siguiente cuando fueron a hablar los padres de Pepe Candiotti con el profe Victor Cruz Jibaja. Ray tuvo que aflojar y cantar todo, llamaron primero a los dos Walter y en un careo confesaron su crimen, se ganaron una requintada de padre y señor mío y una calificación acorde con su comportamiento. Los otros corrieron un similar fin. El chato fue el que salió peor parado por ser el autor intelectual del crimen y fue sentenciado a tener la más baja nota del bimestre en comportamiento, el trasero rojo por los correazos propinados por su viejo y escribir de nuevo todo el cuaderno....


Paco Cárdenas Linares

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