jueves, 13 de diciembre de 2007


EL PADRE GUSTAVO GUTIERREZ


El Padre Gustavo Gutiérrez es un referente moral para el Perú. El Premio Príncipe de Asturias (uno de tantos reconocimientos internacionales que ha recibido) lo vuelve a poner ante la consideración de un país parco en enaltecer a sus verdaderos ejemplos, y pródigo en levantar ídolos de barro.

No vamos a recordar ahora su méritos intelectuales, ampliamente difundidos la semana pasada. Nos interesa reflexionar por qué razón lo consideramos como un referente nacional, cuando hay distinguidos escritores y científicos, que a pesar de sus méritos no llegan a constituirse en tales.

Gustavo Gutiérrez Merino nació en Lima. Su juventud la vivió en los barrios pobres de Lima entre las clases bajas de la sociedad limeña.

Estudió en la Facultad de Medicina en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos entre 1947 y 1950. Quería ser psicólogo. Se inclinó por el sacerdocio ingresando al seminario en Santiago de Chile. Fue un brillante estudiante y, como se hacían las cosas en esa época, fue enviado a Europa para complementar y proseguir con sus estudios de postgrado, dándole la oportunidad de estudiar en Bélgica, Francia y Roma antes de ser ordenado sacerdote católico en 1959.


Gustavo Gutiérrez es un brillante intelectual, pero es mucho más que eso. Es sobre todo un hombre digno y solidario que ha luchado desde su juventud para que toda la población peruana viva con dignidad y solidaridad. Un hombre que se comprometió con los peruanos en la parroquia que le tocó dirigir y los centros académicos donde enseñó; en ellos dio ejemplo de entrega permanente, de acogida a diversas posiciones, de preocupación por cada una de las personas con las que le tocó tratar.

Es también una persona que ama a Jesucristo, y vive una intensa espiritualidad que ilumina a muchos otros enseñándonos tanto el compromiso cristiano con el pobre, como a “beber en nuestro propio pozo”

Es partiendo de esa intensa vida comprometida, que elaboró sus libros. Ellos no son sólo trabajo académico, sino también y sobre todo reflexión, sistematización, comparación, relación de la vida propia y la de los otros, en especial los oprimidos a los cuales se dedicó.

Gustavo Gutiérrez tuvo que sufrir, como todo auténtico referente, la persecución de quienes veían cuestionada su posición de poder (económico, político o eclesial) al ser confrontados por sus escritos y su vida. Una persecución que no lo amilanó, pero sobre todo tampoco lo amargó ni convirtió en rencoroso.

Que el reconocimiento que hoy le brindamos, nos impulse a reconocer a otros peruanos ilustres silenciados por los medios de comunicación, y sofocados a veces por nuestra propia mezquindad.
Juan Borea Odría

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