" ¿JEFATURA SE ESCRIBE CON 'G' O CON 'J' ?"
La otra vez conversando con los amigos, uno de ellos -Humberto Barreto- me hizo recordar una secuencia de nuestra vida que a pesar de ser hilarante fue aleccionadora para mí, ya que me hizo comprender muchas cosas del tiempo en que éramos adolescentes.
Era 1978, el último año en el colegio Maristas. Recuerdo que muchos de nosotros estábamos ya cansados de haber estado por más de 10 largos años en el mismo lugar, viendo las mismas caras todos los días. Junto con eso algunos profesores también se relajaban y aumentaban ese bajo espíritu de conexión entre las clases y nosotros. Al dejar el colegio no hubo tanta nostalgia como me dijeron mis padres que sentiría; creo porque tuve la suerte de seguir frecuentando a algunos de mis compañeros.
Particularmente años atrás era a decir verdad un alumno aplicado. Me gustaba sentarme siempre de la mitad para adelante, teniendo una buena ubicación para ver el pizarrón y atender al profe de turno. Sin embargo en quinto de secundaria se me dio por sentarme al final, al fondo, al extremo derecho del aula. Ahí me ponía a dibujar tranquilo alguna caricatura, leer algo interesante o dormir plácidamente.
Pablito Duque era uno de los profesores que dominaba su curso, pero a la hora de dictar su clase no podía mantener a su auditorio conectado con su dictado. Él tiene una personalidad muy especial, es un “zorro plateado” que deja pasar las cosas, no se inmuta ni se emociona, es tranquilo y muy sereno. Como sabemos su voz es apagada y muy pareja. Eso no le facilitaba el dictado del curso más difícil para mí como eran las matemáticas. Trigonometría era lo que enseñaba el inefable Pablito y yo nada que ver con su curso, lo pasaba con cuentagotas.
Un día en que Pablo vino medio raro, diferente que en otras oportunidades, digamos que molesto por algo ajeno a la clase, en un momento dado nos hizo callar de manera enérgica ante tanta bulla y desorden que existía. Nos dijo con voz elevada: “Ya está bien, guarden silencio, no se pueden comportar como gente? Estudien la parte de Identidades trigonométricas que después tomaré examen!!! No quiero escuchar ningún murmullo, al que hace ruido le tomo primero el examen..!!”
No habían pasado ni 10 minutos y se alza la mano de un alumno pidiendo la palabra. Era Milton Escobar, muy serio él le pregunta: “Hermano, como se escribe la palabra JEFATURA, con G o con J? . Pablo se paró de su asiento y le contestó: “Qué tiene que ver las matemáticas con tu pregunta? Como es posible que a estas alturas no sepas escribir una palabra tan fácil, un muchacho de 5º de secundaria y que no sepa escribir!!, JEFATURA se escribe con J.!” Inmediatamente Milton le dijo: “Entonces chúpame la pelota!!!” El salón estalló en un festín de carcajadas, rompiendo el sepulcral silencio que había. Todos nos pusimos eufóricos con tal exclamación. Pablo solo atinó a decirle que después hablaría con él e increíblemente siguió preparando el examen haciendo oídos sordos ante tan felonía, lógicamente bastante mortificado y molesto.
El aula volvió a la tranquilidad y después de solo 2 minutos, Milton volvió a levantar la mano pidiendo nuevamente la palabra, con el rostro muy serio y sereno volvió a preguntarle: “No se ha molestado con lo que le dije?, no fue mi intención hacerlo” Pablo le contestó “No, no para nada!” Milton esbozando una sonrisa le dice: “Entonces chúpame la otra”.
Dicho esto, el salón de clases se puso al revés. Pablo sin poder controlar la situación, de color rojo intenso se puso de pie y empezó con el examen, no permitiendo que estudiemos. El resultado fue que casi la mayoría desaprobó dicha prueba.
Este pasaje traído del pasado al presente, nos hace reflexionar sobre la relación que existe entre el alumno y el profesor. La reacción de Pablo no fue la esperada por nosotros. Pablo por su parte no se imaginó el atrevimiento de su alumno en plena clase. Tenemos que tener en cuenta que Pablo en ese tiempo era hermano marista y tenía 35 años, era nuestro maestro al cual le debíamos respeto y obediencia. Por qué todo quedó ahí y no trascendió? Hasta ahora no lo sabemos, aunque años más tarde pudimos interpretarlo de alguna forma.
Alguna vez pregunté a Pablo, ya después muchos años después de salir del colegio, que significó nuestra promoción para él. Él me dijo que nosotros somos buenos muchachos y que formamos un grupo muy especial. Él no es de mucho salir con sus exalumnos, además sabe escoger bien sus amistades, no es muy sociable que digamos, pero dentro de ese pequeño grupito selecto había un lugarcito para nosotros. Cuando la relación con algunas personas marca nuestra vida, cuando sentiste que hubo alguna sintonía entre la gente, existe ese vínculo que es muy difícil de superar aún con el paso de los años. Tanto Pablo Duque, Juan Borea, Luis Enríquez, Felix Sumari y Rodolfo Jiménez tienen esa empatía con nosotros. Muy heterogéneo, pero con mucha valía, nuestra promoción es una de las mejores constituídas y que ha soportado el desgaste de los años. Más aún cada uno de nosotros ha tomado diversos caminos que un momento dado convergen hacia un bien común.
Pablo sabía de las limitaciones de su alumno, ese muchacho que tiene que llamar la atención de sus compañeros , de su grupo. Milton, con este acto quedaba como héroe ante la mancha. Si hacía de eso una inquisición quizás hubiera trascendido más la cosa, y de seguro que todo el salón se hubiese acordado hasta ahora de este incidente. Su amor al trabajo, a su mística en la enseñanza y sobre todo el cariño que nos tenía hizo que todo quedara ahí.
Por otra parte, la irreverencia y el atrevimiento de Milton trasladada a estos tiempos actuales le hubiera costado una sanción ejemplar y hasta la expulsión del colegio. La evidente audacia del pasado realmente reflejaba la ingenuidad de un muchacho al realizar este tipo de bromas hacia una persona mayor de la investidura de Pablo, sólo con el único propósito de elevarse socialmente del grupo y ser reconocido por sus compañeros de clase, sin tomar la menor consideración de la grave situación que se había presentado. Pablo inteligentemente pasó la página y no le dio la debida importancia.
Historias como ésta, hay muchas en nuestro paso por las aulas. En otros artículos seremos testigos de situaciones similares que en algunos casos nos sacarán de cuadro como esta vez.
Paco Cárdenas Linares
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