sábado, 31 de mayo de 2008


“…Y NO PODRÁN MATARLO”

El arte, en un país como el nuestro duele, y duele hasta la muerte. El pasado martes 27 de mayo el gran poeta del Canto Coral ha muerto, solo en algún rincón de su casa, como el quiso que fuera y como así lo quiso también el olvido selectivo de los buitres que medran a su presa esperando que expire para organizarle algún homenaje póstumo a quien en vida olvidaron con la pretensión de que su voz también sea olvidada.

Pero se equivocaron, por que Alejandro Romualdo es de aquellos que ha sabido morir como ha vivido, sólo debemos recordar que ya en 1949 a los 23 años y siendo estudiante de Literatura en San Marcos ganó el Premio Nacional de Poesía con su poema “La torre de los alucinados” y se negó a recibir el dinero por que consideraba que querían prostituir sus versos, iniciando así una limpia trayectoria ética ante un Estado lleno de discursos y palabras bonitas pero que en la práctica arrincona a los mejores hijos del pueblo tratando de condenarlos al ostracismo.

Vienen a mi memoria aquellos días cuando tenía 12 años y estando en el colegio nos llevaron una mañana al “Cine Susy” para presenciar una obra de teatro sobre Túpac Amaru II; eran los años de la JM del General Velasco y no recuerdo quién montó la escena pero si quedó grabado en mi el poema de Romualdo “Canto Coral a Túpac Amaru” que recitaron al finalizar la obra, me impresionó mucho no tanto su forma sino la fuerza telúrica que retumbaba en cada verso, por primera vez me daba cuenta de la fuerza que podía tener la poesía; mas tarde, ya en la Universidad, volví a escuchar la misma poesía en el patio de letras de San Marcos y la explicación de boca del mismo Romualdo que, esquivo siempre a las presentaciones públicas, había accedido a dar una conferencia sobre su poesía explicando que se había inspirado en el mito de Inkarrí y la permanente lucha de nuestro pueblo.

Los golpes de la vida son una fragua que o te liquidan o te forjan como el acero, y eso lo sabía muy bien Romualdo y se cuido de no sumarse al corrillo de aquellos que vuelan como polillas en torno a la flama del poder; vivió y murió con dignidad por que era de la misma estirpe de Francisco Bendezú, Martín Adán, Vallejo y Arguedas quienes jamás se hipotecaron al testaferro de turno.

Pasarán unos días y en el “Perú oficial” escucharemos algún grandilocuente discurso en Palacio de Gobierno o el Congreso sobre el poeta muerto, quizás un “especial” en canal 7 o el artículo de algún plumífero en la página “cultural” de “El Peruano” que nadie lee a no ser que se busque alguna norma legal o alguna ley convertida en trampa; luego vendrá el silencio “oficial”, los TLC’s, algún ALCUE, APEC o alguna cifra estadística de carcajada anunciando el “fin de la pobreza” en un país con hambre crónica no solo de pan sino también hambriento de belleza y cultura.

Sin embargo en el Perú real, ese que a pulso labra su vida todas las mañanas, ese que sabe reír y llorar y que asume el presente para construir el futuro mantendrá siempre vivo al vate que ha caído por que sabe que:

“…Al tercer día de los sufrimientos,
cuando se crea todo consumado,
gritando ¡libertad! sobre la tierra,
ha de volver.Y no podrán matarlo”.

Hasta siempre Romualdo!

Mario Domínguez Olaya

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