sábado, 16 de febrero de 2008


DESANDANDO RECUERDOS


Cuando el pasado domingo 10 de febrero, luego de la agradable Jornada Deportiva que departimos con la promoción; al retirarme en compañía de Tito Zavala, nos fuimos caminando por toda la Av. San Juan hasta la CT hablando sobre diversos temas, la familia, el trabajo, la promoción, etc…, aquel recorrido me transportó por un instante tres décadas hacia atrás y pude verme haciendo el mismo camino con uniforme único, saliendo del colegio en compañía del mismo Tito, de Pitita, del Chato Paredes, de Yogui, de Moroco y todos aquellos que seguían la ruta hacia la zona “B”; me pregunté: ¿cuántos de nuestros pasos están en estas veredas a la espera de algún recuerdo?

Entonces vi pasar una parte importante de nuestras vidas por esas calles cuando hablábamos de las pequeñas grandes cosas de la juventud, cuando no existían las preocupaciones del sustento diario (de eso se encargaban nuestros padres), de los hijos y sus conflictos de crecimiento, de la relación con ese ser humano que tenemos a nuestro lado y llamamos pareja, nada de eso existía entonces, solamente las anécdotas del día, las tareas por hacer, los exámenes, las chicas, las ocurrencias del “Loco” Solórzano, los desvaríos mesiánicos del “Maestro” Santillán, una que otra perversidad del “Chato” Ray, algún carajo de Juanito Borea o un bostezo de Pablito Duque, ese era nuestro universo que formalmente duraría hasta 1978 pero que se prolongará hasta que nuestra memoria lo permita.

En este sentido, el tiempo tiene una naturaleza contradictoria, fácilmente alienante, al punto que muchas veces terminamos siendo manejados por él sobre todo en los actuales tiempos de “modernidad” y “globalización”.

Hoy, nos hemos convertido en los nuevos esclavos del tiempo -y lo que es peor: una esclavitud voluntariamente aceptada- muy pocas veces tenemos la rebeldía de hacer una pausa para refrescar nuestro espíritu, para reencontrarnos con lo mejor de nuestro pasado por que el presente nos agobia y el futuro nos aplasta, creo que cuando seamos conscientes de que el tiempo lo podemos manejar nosotros, de que el tiempo no pasa sino que somos nosotros los que pasamos por el tiempo, que el tiempo siempre estará ahí creándose y recreándose para en su devenir registrar nuestra memoria colmada de avances y retrocesos, de victorias y derrotas, de deserciones y nuevos compromisos, seremos entonces verdaderamente libres y podremos entender el hecho de que después de 30 años nos volvamos a juntar no para formar un club de remembranzas sino para seguir viviendo; por que estamos unidos por una gran fuerza que -como se dijo en alguna memorable carta de despedida- “nos unen lazos de otra índole que no se pueden romper como los cargos o nombramientos”, y como dice alguna canción de Silvio Rodríguez: “…la eternidad es solo un truco para continuar”.
Mario Domínguez Olaya

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