sábado, 23 de febrero de 2008


SIEMPRE HABRÁ UNA SALIDA

En cierta ocasión me sentí muy preocupado, iba caminando por un parque y me di cuenta que tenía agujeros en las suelas de mis zapatos cuando de pronto pasó por mi lado un muchacho como yo que iba en muletas por que no tenía pies; entonces comprendí que no debía ahogarme en un vaso de agua cuando habían otras personas que sabían liar con problemas mucho mas grandes que los míos, me acordé entonces de una parábola hindú que nos habla de cómo la perseverancia nos ayuda a transformar las situaciones negativas en favorables y que ahora quiero compartirla con ustedes:

“Estaba un perol lleno de leche fresca debajo de una ventana, desde fuera no se veía y dos ranitas, una flaca y otra gorda, jugaban despreocupadamente, en eso estaban cuando de pronto ambas dan un brinco por la ventana y cayeron directamente dentro del perol lleno de cremosa leche; se dieron cuenta entonces que estaban atrapadas ya que había mucha nata y todo estaba muy resbaloso así que ambas comenzaron a patalear con gran energía para mantenerse a flote; la ranita gorda era la más pesimista y se cansó pronto, mientras que la flaca la conminaba a seguir pataleando diciendo que vendería cara su muerte y que si había que morir tendría que ser luchando.

Pasaron dos horas y la rana gorda ya no pudo más, decidió parar y dejó de patalear ahogándose en el acto; la rana flaca al ver lo sucedido redobló sus esfuerzos con mayor energía y continuó con su pataleo, pero llegó un momento en que pensó que estaba perdida y sacando fuerzas de flaqueza prosiguió tercamente en su afán, cuando de pronto sintió que bajo sus patas algo sólido empezaba a formarse y lo elevaba en lugar de hundirse. Lo que estaba pasando era que con tanto pataleo la nata se había convertido en mantequilla la cual usó como punto de apoyo para poder salir y salvarse gracias a que nunca desmayó en su intento en cambio su compañera se abandonó y no tardó en morir”.


Cuántas veces ante los problemas cotidianos estamos tentados a abandonarnos a nuestra suerte, lo mas fácil siempre será aceptar pasivamente los embates de nuestro destino, sigamos el ejemplo de la ranita flaca que comprendió que nada es eterno y lo malo en algún momento tendrá que pasar y es nuestro deber estar ahí, con vida, para aprovechar el momento que la leche se convierta en mantequilla y poder salir del atolladero.


Mario Domínguez Olaya

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