viernes, 8 de febrero de 2008



RACISMO EN EL PERU: TODOS SOMOS IGUALES?

Científicamente, estamos a siglos de distancia de las hordas tribales. Hemos alcanzado en física y en medicina triunfos extraordinarios. Hemos progresado en tecnología. No hemos logrado la serenidad y la inteligencia suficientes para desterrar el odio, la venganza, la discriminación racial. No es para extrañarse, porque no hace mucho que los campos de concentración anunciaban, en un lugar de Europa, que el hombre todavía era el lobo del hombre. Y porque Guantánamo e Irak son nombres recientes que nos escarapelan. Todo cuanto se dice haber progresado en diplomacia forma parte de la gran mentira en que los pueblos viven por haber consentido someterse para hacer más llevadero el quehacer político.

Cada día retrotraemos en lo concerniente al hombre. Ni siquiera uso la palabra humanidad. Nombro solamente al hombre, al prójimo. Nos cuesta mucho comprender que ese respeto a que creemos tener derecho, y cuya falta es hoy tan notoria, coincide con esta dificultad que nos asiste para reconocer al ‘otro’. No advertimos esta sencilla verdad: si el otro (mi prójimo) no existe para mí (porque no lo veo, no lo siento, no lo tolero), yo no existo para él.

He aprovechado este espacio que me otorgan todos los viernes para referirme del racismo y el rechazo por el otro, aquel que convive con nosotros dia a dia en este sufrido país. El racismo es uno de esos asuntos que nos resistimos a abordar porque nos duele y avergüenza. Es como una herida infectada desde hace siglos que no nos decidimos a enfrentar. Me he animado a escribir sobre esto porque creo conveniente compartir con ustedes mi manera de pensar y si se puede, hacer un comentario en el pie del artículo para saber si coincidimos. Hace una semana terminé de leer un libro que me pareció muy interesante del intelectual y psicoanalista Jorge Bruce "Nos habíamos choleado tanto". En este libro el autor pretende mirar y en la medida de lo posible ayudar a curar esas suturas mal hechas que hemos pretendido ignorar y que nos entrampa como sociedad. Bruce desarrolla un interesante análisis y reflexión sobre nuestra concepción e identidad racial, proporcionándonos una mirada sensible pero a la vez científica y muy bien documentada sobre la discriminación existente en nuestro país, encubiertas en el “choleo”. A la presentación también asistieron diversos personajes del ámbito académico cultural capitalino.

Y es verdad que de alguna manera, el peruano "cholea" a otro similar. Peor aún el calificativo de "cholón" es el superlativo a una expresión peyorativa. Vendría a ser "el más cholo de los cholos". Pero si nos ponemos a pensar ¿qué es ser cholo? Es casi imposible que alguien no haya leído, escuchando o dicho el peruanísimo y viejo dicho "Quien no tiene de inga tiene de mandinga", con el se alude a que en el Perú, independiente de nuestro poder económico o capacidad académica, entre nuestros antepasados se encuentra alguien de raza india o negra.Como peruano el termino "cholo" es vergonzoso y vergonzante; a la vez, expresa y oculta nuestro racismo. Lo oculta cuando decimos "cholo como estás"; lo expresa cuando lanzamos un "cholo de m".

Nos va muchísimo mejor si nos decimos cholos y no nos designamos como aquellos de piel cobriza, tal como lo hace Isaac Humala. Cholo, si bien es un término ambivalentemente un insulto y una muestra de afecto, no se reduce al color de la piel. El color de la piel es intransferible, a menos que seamos tan imbéciles como Michael Jackson. El cholo se sustenta en el mestizo, en la vertiente que proviene del Ande, en lo indígena, en aquello que se conocía como el Tahuantinsuyo. Pero, definitivamente, cholo equivale a un proceso, es igual a cambio. Cholo equivale a movilidad social.

No todos los peruanos somos cholos, y esa constatación es parte de nuestra dificultad como nación. Sería extraordinario que todos fuésemos cholos, de modo que nadie podría cholear al otro, deporte discriminador y racista. Si partimos de esa constatación, podremos entender las dificultades y las posibilidades del Perú. Por ejemplo: reconocer la corriente chola como la identidad protagónica. Los aguarunas o huambisas (selváticos), los aimaras (andinos del sur), los criollos (blancos, blancones, blanquiñosos) y otras minorías étnicas (nikéi, china, africana, europea, judía) aportan de diversas maneras su grano de arena a la colectividad.

Volviendo al racismo, diremos que éste en el Perú se aprende casi de forma natural en la casa, se alimenta diariamente en actitudes inconscientes y se potencia en la publicidad que nos vende patrones ajenos a nuestra realidad. La distancia entre los peruanos es cada vez menos geográfica y más racial. Las épocas han ido cambiando y el racismo se ha ido adaptando sin desaparecer. En muy pocas sociedades la presencia del racismo es tan marcada y operante como aquí.

Los peruanos –de todas las clases sociales– somos formateados desde pequeños para funcionar midiéndonos unos a otros según criterios racistas: "Dos peruanos nos encontramos y, sin necesidad de hablar, inmediatamente nos escaneamos y nos ubicamos en este imaginario", nos dice Bruce en su obra. Es en ese momento en que las apariencias juegan un papel muy importante. La manera de vestir, de peinarse, los zapatos, sonrisa sana, tipo de carro y accesorios que le pongas, donde vives, etc. Todo esto tambien es considerado en este "escaneo" inconciente que realizamos en nuestra interrelación con los demás.

Haciendo mención también a la tesis del intelectual peruano Walter Twanama, quien propone "un modelo matemático para cholear" Para Twanama, esta modalidad discriminatoria incorpora cuatro elementos: 1. los rasgos físicos (en los que consideramos las características raciales), 2. el nivel socioeconómico, 3. el nivel educativo (que incorpora elementos lingüísticos) y 4. la calidad de migrante. De acuerdo con estos componentes los peruanos determinamos la categoría en la que se ubica al evaluado. Esta necesidad de clasificación nos ha sido inculcada desde niños. En una sociedad profundamente democrática no se les debería enseñar a los pequeños a ser tolerantes, sino que ni siquiera debería hacerse notar diferencia alguna, porque no la hay.

Uno de los pasajes del libro que me llamó la atención hacía mensión a que el autor considera que el discurso escolar es profundamente hipócrita: "De qué sirve que en el colegio o en la casa se les diga a los niños que todos tenemos los mismos derechos, si después llegas a la casa y la mamá no saluda a la empleada. Hay casas donde las empleadas tienen sus cubiertos, sus platos. Entonces si la mamá o el papá le dicen al hijito que todos somos iguales y después los escuchas decir ‘esta chola de mierda, qué bruta es’ o ‘estos cholos de mierda, que mal manejan’ nunca vas a aprender. Es una verdad universal que los niños se fijan en lo que los papás o los maestros hacen y no en lo que dicen. El discurso que realmente produce cambios es el de los hechos".

La verdad que no nos damos cuenta de lo que hacemos y a veces decimos, es algo muy inconsciente. Al ser inconsciente es más peligroso porque parece natural y la esencia de toda ideología es, justamente, no parecer artificial, naturalizarse. La inconsciencia es la que hace que mucha gente, aunque no lo reconozca, crea con profunda convicción que los serranos son naturalmente ociosos, o que los negros son naturalmente brutos y que los blancos tienen más inteligencia o más condiciones para mandar, aunque no sea así.

Donde está reflejada nuestra inconsciencia y que todos los días vemos y revemos por la tele? Exacto...la publicidad. Los estereotipos de belleza lamentablemente lo marcan los habitantes del primer mundo, por llamarlo de algun modo, "aquellos paises desarrollados que marcan las pautas del buen vivir y estar" Los estereotipos van desde los avisos que piden buena presencia hasta los carteles publicitarios que seleccionan a modelos para determinados roles. Se ve todo tipo de apariencias en la publicidad peruana pero el asunto es en qué papeles están. La gente que se pinta el pelo de rubio o que le pone un nombre gringo a sus hijos no es que aspire a ser como ellos sino que piensa que eso les dará mejores posibilidades de tener éxito en una sociedad racista como la nuestra. ¿Quién va a querer pertenecer al grupo que es descalificado, degradado y desvalorizado?

El problema está en que todos los días recibimos una multiplicidad de mensajes en donde se nos dice que si pertenecemos a ciertos grupos nos va a ir mejor que si pertenecemos al grupo mayoritario. Existen publicistas que afirman que la publicidad te da las armas para la "aspiración" a un mejor modo de vida. Pero el tener plata hará que tu piel cambie de color? (Michael Jackson podría ser la excepción) Gonzales Prada alguna vez dijó "El dinero Blanquea a la gente"La plata blanquea, pero hasta cierto punto nomás, siempre te topas con una barrera infranqueable, algo imposible de revertir. El que es racista es racista. Eres racista si agredes, pero también si te das como aludido, si te sientes "inferior" no es asi? Quién puede "etiquetear" al otro como "cholo", "negro", "chino" sin dejar algo de racista en esta estigmatización de cada persona?

En estos últimos tiempos se está observando muy a menudo la valoración de lo "cholo". Dista mucho ahora el significado de la canción de Abanto Morales "Cholo soy y no me compadezcas" que viene a ser una apología al masoquismo. El cholo de hoy es el hombre que se faja diariamente para mejorar y que se proyecta para bien. El cholo del ayer era sinónimo de fracaso, de ociosidad, de suciedad, de desorden, etc. No por las puras tenemos mini series en la TV que presentan a los habitantes de la sierra como emprendedores y triunfadores. Si hacemos un poco de reflexión, nos daremos cuenta que esta valoración actual, en gran parte se debe a que Lima actualmente tiene un 80% de población proveniente del interior del país o de orígen provinciano. La pregunta que queda formular al final de este post sería: Seguimos siendo racistas los peruanos?

Paco Cárdenas Linares

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