jueves, 20 de marzo de 2008

El Dolor de una Madre


Por motivos de contenido la sección COMPARTIENDO DESDE LA VIDA donde escribe Juan Borea, se publicará sólo por esta semana el domingo 23. Permítenme pues en esta ocasión realizar un comentario y reflexión a propósito de esta fecha muy especial para los cristianos.

La Pasión de Jesucristo es un acontecimiento muy importante para todos los cristianos, porque todo es perfecto en el sacrificio de Jesús: el amor que lo inspira, y la libertad con que la cumple. Perfecto es también el don ofrecido: Cristo se ofrece a sí mismo: Semetipsum Tradidit.

Pero no nos olvidemos que Jesús tuvo a María por madre. Ella conocía desde el principio en que iba a terminar la vida de su hijo. Quizás no cómo, pero sabía que su paso por la Tierra, no le iba a proporcionar la alegría de ser abuela, de compartir la vida en familia como los otros. Qué sufrimiento tan desbastador el saber que su hijo unigénito ese jueves santo comenzaría a escribir sus últimas horas de entrega que todos conocemos y que muy pocos comprendemos y valoramos.

La imagen de la Cruz, con la Virgen María cargando a su Hijo muerto en su regazo, es una imagen sumamente conmovedora. Le decimos la Pietà, la Piedad, expresando el amor y el dolor de la Madre Santísima. Recoge esta obra de arte un significado trascendental, el amor que existe hacia el hijo y el dolor de perderlo.

De esta manera vemos en María el dolor de cada madre que sufre por sus hijos. Vemos el dolor de cada madre que ha perdido a un hijo. Vemos el dolor de cada madre que siente el vacío de la soledad. Sin embargo, vemos algo más. Vemos en el dolor de María también la esperanza. Ella había escuchado la profecía de Simeón en el Templo: "A ti, una espada te atravesará el alma" (Lucas 2, 35). Ella sabía, sin poderlo entender del todo, que la muerte de su Hijo no sería el final de la historia. Ella sabía, aún en el dolor, que la muerte de Jesús era su acto más perfecto de amor, y que sería la fuente de salvación para todo el mundo. Sabiendo todo esto, el dolor, para ella, tenía que estar lleno de esperanza.

María no sólo nos invita a imitarla en nuestra participación en la Pasión de Cristo, sino que nos acompaña. San Juan presenta de una manera bellísima cómo Jesús le da María a Juan como Madre y le da Juan a María como hijo (cf. Juan 19, 25-27).

En este regalo de nueva madre y nuevo hijo entendemos que Juan representa a toda la Iglesia. Por lo tanto, María se convierte en la Cruz en Madre de todos los seguidores de Jesús, de todos los que son para El "discípulo amado", el nombre que el Cuarto Evangelio le da a Juan.

No es para hacerles sentir tristes que saco hoy el tema del dolor. Si existe en sus vidas, y existe en toda vida humana, no es porque yo esté escribiendo sobre este. Lo que quiero sugerir es que María nos ofrece una manera de ver y experimentar el dolor y la tristeza que nos puede llenar de esperanza. Nos ayuda nuestra Santa Madre a darnos cuenta que si es la Cruz de Jesús que cargamos, entonces no tenemos razón para desesperarnos, ya que la Cruz es, como se le ha dicho en la tradición nuestra spes unica, es decir, nuestra "única esperanza".


El Editor

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