SOBRE EL AMOR A LA VIDA Y EL AMOR DE DIOS
Hace algunas semanas se está pretendiendo a nivel legislativo sacar una ley que legalice en nuestro país el crimen más execrable que pueda existir: El Aborto. Todos los movimientos cristianos que abogan por la vida se han manifestado en contra de algo que parece ser el inicio de la pauperización de la sociedad peruana.
Se dice que debemos estar a la par de los grandes países, de las potencias, de la modernidad, de favorecer la opción y el derecho individuales. Ya mucho se ha hablado al respecto y la única conclusión que se puede llegar a tanta falsedad, es que el desmoronamiento de nuestros valores cada día va de mal en peor y debemos salir al frente todos los que nos consideramos que amamos a la vida.
El derecho a la vida es básico y fundamental para el cristiano.. y para el ser humano desde su inicio hasta su muerte. No podemos ni debemos cantar más fuerte para no escuchar el ruido que hace el tren de la muerte , cuando se quiere reimponer la pena de muerte o se condena a muchos a vivir con un pan diario.
Cuantos millones de niños y niñas son asesinados antes de nacer, en los Estados Unidos solo el año pasado el número de abortos alcanzó casi el millón y medio en un solo año, nosotros no podemos ni ignorarlo ni hacer que lo ignoramos, porque parece que tuviéramos miedo a que nos llamen fundamentalistas u otros epítetos. Demos un paso al frente y no permitamos que se legitime este crimen.
Tenemos que enrolarnos de una buena vez en todo lo que significa el derecho y el orden natural y en nuestro caso además en todo lo que significa ser cristianos dentro de la Iglesia Católica, a quien el gran Juan XXIII llama "Madre y Maestra" en su magnífica encíclica.
Sacrificio de amor
Jesucristo en el día de hoy, viernes santo, justamente sacrifica nuevamente su existencia por nosotros. La muerte de Jesús fue un conjunto de hechos tan trascendentales, tan llenos de significado tan inagotable en sus consecuencias, que aun con las explicaciones que nos dan los evangelistas no logramos desentrañarla del todo.
Cada evangelista se encargó de dar una interpretación de la muerte de Jesús, según su criterio y sus destinatarios: para Marcos, Jesús quiso abrir el Templo a los paganos; para Mateo, quiso purificarlo; Para Lucas, quiso adaptarlo. Y que para Juan lo que decidió la muerte de Cristo fue haberle dado la vida a Lázaro, lo que lo convertía en un hombre peligroso y difícil de manejar.
Y un sacerdote me lanzó la siguiente pregunta: “¿Quién está, para tí, en lo cierto?”. Ante mi silencio me dijo que todos están en la verdad; que para el evangelista Marcos, Jesús murió para que no hubiera más excluidos; que Mateo sentía que fue necesario para eliminar la impureza de las intenciones torcidas de los creyentes, que para Lucas la muerte fue necesaria para ser congruentes en lo que enseñamos y lo que vivimos, y para Juan para que los que habitamos el mundo tengamos una vida mejor Una cosa es cierta: sólo los que se comprometen con las consecuencias de la muerte de Cristo sienten en su alma la emoción del amor, la comprensión, la caridad y el amor.
Es cierto, pero tenemos que tener presente que algunos pensamos en la pasión como si fuera la puesta en escena de una obra previamente concebida por alguien, Dios, en la que los personajes solamente hicieron lo que les tocaba hacer. Esta manera de ver la pasión y muerte de Jesús tiene un grave inconveniente: suprime de un plumazo la libertad humana. La pasión y muerte de Jesús no es la consecuencia de un plan diseñado de antemano al cual él habría solamente aportado una total sumisión. Es fruto de decisiones tomadas libremente por Jesús. Y lo mismo ocurre con los otros personajes involucrados en la trama de su muerte. Jesús pudo haber desistido, pudo haber llegado a componendas con las autoridades que acabaron por condenarlo: no lo hizo. Judas pudo haber decidido permanecer fiel a su maestro, pero optó por delatarlo. Pilato pudo haber negado su permiso para la ejecución de Jesús, pero decidió que la ejecución se llevara a cabo. No hay un script preparado que los personajes estuvieran obligados a seguir, aunque una errónea interpretación de la fórmula “esto sucedió para que se cumplieran las Escrituras...”, así lo haga parecer a un lector poco avezado en asuntos de hermenéutica.
Esta libertad con la que Jesús da su vida es total. Y esa es una de las más admirables perfecciones de su sacrificio, uno de los aspectos que tocan más profundamente nuestro corazón humano. “Dios amó al mundo al punto que le entregó su Hijo único”. Cristo amó a tal punto a sus hermanos que se entregó espontáneamente él mismo para salvarlos.
Cristo se ofrece completamente; su alma y su cuerpo están quebrados, triturados por los dolores; no existe ninguno que Jesús no haya conocido. Si leen atentamente el Evangelio, verán que los sufrimientos de Jesús fueron dispuestos de tal manera que todos los miembros de su cuerpo sagrado fuesen alcanzados, que todas las fibras de su corazón fuesen desgarradas por la ingratitud de la turba, el abandono de los suyos, los dolores de su madre, que su santa alma debió sufrir todos los agravios y todas las humillaciones con que un hombre puede ser abatido. Realizó a la letra la profecía de Isaías: “Muchos quedaron estupefactos viéndolo, tanto estaba desfigurado… no hay forma ni belleza para atraer nuestra miradas… se nos mostró como un leproso enteramente irreconocible”.
Para terminar diré que todo lo que pasó durante la Pasión es el inmenso amor que Dios tiene por nosotros y que tenemos que corresponderle con nuestro compromiso de sacrificio , abstinencia y reflexión. La pasión y muerte de Jesús, objeto de intensa reflexión y celebración durante estos días, sea para todos los pacientes lectores de este artículo motivación para no descansar hasta hacer de este mundo una casa de hermanos y de hermanas. Son mis deseos para esta semana santa.
Paco Cárdenas Linares
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