viernes, 14 de marzo de 2008


"POR QUÉ LLORAS TANTO SI TAN SOLO ES UNA CÉLULA"

La historia que revelo a continuación deberá ser tomada en cuenta por significativos motivos. Somos cristianos y si nos llamamos como tales, debemos de amar la vida, más aún ahora que es tiempo de cuaresma y de preparación ante el más grande de los sacrificios por amor, la Pasión de Jesucristo por nosotros.

María quiso contarnos la terrible experiencia que le tocó sufrir cuando con 17 años la obligaron a abortar. Y quiso narrarlo así, a cara descubierta, con su nombre y , arrepentida de cómo pasó los peores momentos de su vida, pero eso sí, con el corazón en un puño, la voz entrecortada y las lágrimas asomando a sus hermosos ojos «porque nunca puedes perdonarte y jamás puedes olvidarte de que mataste a tu hijo».

La de María es una historia dura, pero habitual. Responde al perfil mayoritario de las mujeres que interrumpen voluntariamente sus gestaciones: menores de edad o muy jóvenes que se quedan embarazadas y son obligadas, en contra de sus deseos, a abortar por la presión de su pareja y/o su familia y por la situación socio-económicas de su existencia. No hay cifras oficiales, pero los especialistas consideran que entre un 75 y 80% de las mujeres que pasan por esta penosa experiencia responden a estas características.

Once semanas y tres días
Posee una voz muy dulce. Se emociona cuando rememora los episodios del drama que padeció cuatro años atrás: «Por circunstancias familiares me fui de casa muy joven. Vivía con mi novio y, al poco tiempo, noté una falta en la regla. Me hice las pruebas en la farmacia y salieron negativas. Pensamos que sería algún desajuste hormonal, pero yo me sentía rara. Insistía en que estaba embarazada. Mi novio decía que todo era un embarazo psicológico. Total que por fin nos decidimos a ir al ginecólogo».

«Tras ver la ecografía prosigue- el doctor me dijo que estaba embarazada de once semanas y tres días. Aquello fue una tragedia. Yo quería tenerlo, pero mi novio, no. Que si estaba loca, que si no teníamos ni trabajo ni dinero, que si daba a luz me dejaba... Busqué ayuda en mi madre. Fui a verla. Estaba dispuesta a volver con ella pese a todas las desavenencias». Pero su respuesta fue cruel: «En mi casa no entras con barriga». La presión fue intensa. Amenazas de su novio, de su madre...

«Acabamos en el médico que alguien nos recomendó. Nos dijo que si quería abortar debía hacerlo de inmediato. Él se encargó de todos los preparativos. Como era menor de edad, tenía que ir acompañada de mi madre. También iba mi novio. Yo no quería entrar en la clínica. Casi me meten a rastras. No paraba de llorar. Todo tenía un aspecto horrible y mal oliente. En cuanto mi novio y mi madre se fueron le supliqué que me ayudara, que quería tener al bebé, que por favor no me dejaran sola».

La tragedia empieza
«Me dijo que no me preocupara, que él se encargaba de todo, que me tranquilizara y que pasara a la salita conjunta». Duró muy poco la esperanza. «Enseguida entró una enfermera. Me dijo que me desnudara y me pusiera una bata. Entonces me di cuenta de que nadie iba a ayudarme y me puse a llorar». María se interrumpe. Le falta la voz. Su ojos brillan. «Es que me da tanta pena», susurra. Transcurren unos segundos y retoma el hilo de su historia: «No paraba de llorar y entonces la enfermera me dijo: «No llores tanto chiquilla que sólo es una célula. No te va a doler. Son unos minutos y listo. vas a pasar enseguida». En ese mismo instante quise salir del cuarto. Buscar a mi novio, decirle que podíamos intentar sacar a delante al crío, que no hacía falta abortar... Pero no me dejaron, me cogieron y me llevaron al quirófano. Allí se encontraba el potro. Allí me subieron. Lloraba. No paraba de llorar».

«Dicen que no duele. Es mentira. El dolor te acompaña toda la vida. Lo que has hecho te pesa siempre. Nunca te perdonas. has matado a tu hijo. Además, sufrí muchos efectos secundarios. No paraba de vomitar. No admitía ningún alimento. Padecí muchos dolores abdominales. Adelgacé una barbaridad. Pero todo el dolor físico no es comparable al psicológico. Cada vez que veía a una madre con su carrito, o a una mujer embarazada o a unos niños jugando en la calle me invadía una tristeza inmensa. No podía dejar de pensar en si mi hijo sería niño o niña, cómo sería su carita, sus manitas...».
Daño irreparable
Este caso de María lo consulté con una amiga y me dijo que las mujeres que han pasado por ese trance, pasan por lo que se llama "síndrome post aborto", pese a que no esté recogido en los manuales de diagnóstico. Casi todas las mujeres pasan por unas fases muy similares. Se repiten en casi todas. Sufren un estrés agudo, depresiones muy profundas. Casi siempre las mujeres precisan de tratamiento psicológico y psiquiátrico, con medicación. Básicamente padecen un proceso de duelo, acentuado por un fuerte sentimiento de culpabilidad, porque han sido ellas las que han acabado con su hijo.

Una mujer que aborta va a pasar, según explica la especialista, «antes o después, según sus características, por todas o por algunas de estas cinco fases: 1º) el «shock» inicial, cuando se enteran de lo que han hecho; 2º) la negación; 3º) la ira (se muestran irritable, se bombardean con frases como «por qué me pasa a mí esto»); 4º) la depresión (se sienten culpables, las domina la apatía) y 5º) la aceptación y entonces quieren ayudar a otras mujeres en su misma situación, o contar públicamente lo que les ha pasado. Hay que tener mucho cuidado, porque es frecuente que quieran dar ese paso antes de lo recomendado y hay que frenarlas».

El camino para llegar hasta el último estadio es largo. «Nunca menos de un año de terapia aunque en realidad les dura toda la vida. Hay que realizar revisiones cuando vuelven a quedarse embarazadas y son madres porque pueden proyectar en sus hijos los sentimientos de culpabilidad, con un exceso de protección hacia ellos». Enfatizó para luego concluir, «Son mujeres con falta de valores, inmaduras, que sufren cierta inestabilidad, que actúan bajo la influencia muy fuerte de padres, novios o parejas y que se ven sometidas a una intensa presión social, económica o laboral».
Cuántos de nosotros nos hemos vuelto inmersos en el problema de María, quizás por experiencia propia o de algún cercano nuestro. El don más preciado que Dios nos ha otorgado es la vida, hay que cuidar la nuestra y respetar la de otros. No permitamos la denaturalización más pronunciada del género humano. Amemos la vida...

Permítenme concluir esta nota con algo que dijo la Beata Madre Teresa de Calcuta:

"El Aborto es el acto más diabólico que puede cometer el hombre. Empobrece a la gente desde el punto de vista espiritual; es la peor pobreza y la más dificil de superar. El Aborto es un homicidio en el vientre de la madre. Una criatura es un regalo de Dios (...) El Aborto mata la paz del mundo...Es el peor enemigo de la paz, porque si una madre es capaz de destruir a su propio hijo, ¿qué me impide matarte? ¿qué te impide matarme? Ya no queda ningún impedimento.

Yo imagino que el grito de esos pobrecitos que son asesinados antes de nacer debe llegar hasta Dios. Muchos se manifiestan preocupadísimos por los niños de la India y Africa, donde tantos mueren, sea por desnutrición, hambre o lo que fuera, pero hay millones que mueren deliberadamente por el aborto...."

Paco Cárdenas Linares

No hay comentarios:

Publicar un comentario

NO TE OLVIDES DE DEJAR TU COMENTARIO